dimarts, 3 de juny del 2008

UN INSTANTE FUGAZ LLAMADO VIDA

La dimensión exterior: el espacio. La interior: el tiempo. El ser del hombre es a este respecto el ser de un animal fronterizo, membranoso. El segundo redefinido como el lapso de tiempo en el que el átomo de cesio 133 pulsa 9.192.633.750 veces cuando es excitado por una corriente de microondas. Es por supuesto una media entre los más de cien relojes atómicos que hay en el mundo. Su precisión es de femtosegundo “ma o menos” , 10 elevado a la menos dieciocho de segundo, lejos de la constante de Plank que es de menos 43. Pero suficiente para distorsionar menos de un par de segundos el tiempo transcurrido desde el bigbang. Y en proceso de imparable mejora. No sólo se han quedado cortas las expectativas de prolongación de la vida, además no pensamos que se pudiera parar la campana de población por efecto de mecanismos inconscientes y se está parando. Nadie anticipó ni el nivel de los móviles, ni el de los portátiles, ni la red, ni el aumento creciente y estable de las desigualdades entre ricos y pobres. Y en eso estamos. La definición más exacta de segundo, su cómputo , osciladores y contadores casi a punto ya, hace mucho más difícil que se nos pueda seguir a escondidas. En un magnífico juego del escondite, nuestro ahora puede ser inencontrable para toda la eternidad. El tiempo ya no huye hacia adelante siguiendo las flechas sino que cae hacia dentro eternizando los instantes.
Atto, fempto, pico, nano, micro, milisegundos de cada instante. Eones entre el momento en que no sé si escribir o no, o escribir esto o lo otro y decido escribir y el que me encuentro en disposición de hacerlo, lo hago, noto que lo estoy haciendo y noto que lo he hecho. El tiempo devuelto a su verdadera dimensión, eternidad e instante dándose la mano, saliendo conmigo a dar una vuelta, a la espera del momento en que librándome del cuerpo del “mortus hujus”, pueda devolver al espacio las cosas que son del espacio. Ha estado bien todo este tiempo prestado. Una sola eternidad no hubiera sido suficiente.

Me acompañan en este paseo los sabios que me contaban en mi juventud de los males de querer alargar la vida haciendo que desde el momento del nacimiento al de la muerte pasara más tiempo, en lugar de hacer pasar más lentamente, de multiplicar la duración del tiempo de los instantes felices de la vida y procurar que estos fueran muchos. Y acabO de encontrar las palabras de Fukuyama, acerca de la condena a estados inhumanos de existencia, como consecuencia de haber alargado , artificialmente quizá, la senectud, de haber anticipado su llegada con hábitos higiénicos y exagerado su duración con cuidados desproporcionados.

Queridos amigos, felices instantes nuevos.